Francisco Fernández Pardo
"La obra de Fernández Pardo, riojano como Llorente, es una vivaz protesta contra tanta denigración"
"A Llorente le definió un día su obispo Aguiriano como hombre de gran talento, ingenio sobresaliente, continua y laboriosa aplicación"
"Su biógrafo, Fernández Pardo, irá hasta el límite en el intento de entender a su biografiado"
Juan Antonio Llorente, español maldito
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Juan Antonio Llorente, español maldito

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Juan Antonio Llorente, español maldito. Presentación

Presentación

Ignacio Tellechea Idígoras

Catedrático de Historia de la Iglesia
Universidad Pontificia de Salamanca

El amigo Fernández Pardo, autor de esta voluminosa obra, me pide unas palabras que sirvan de pórtico a la misma. Desconoce seguramente una anécdota de mi vida personal que me place recordarla. El 25 de abril de 1958, apenas cumplidos los treinta años, disertó en la Real Academia de la Historia, en la sesión solemne que dedicó a Carlos V con motivo del cuarto centenario de su muerte, presentado por don Gregorio Marañón. En dicha sesión di a conocer muchos datos inéditos procedentes del proceso inquisitorial al Arzobispo Carranza, quien estuvo presente en Yuste y confortó espiritualmente al Emperador el último día de su vida.

Hice el recuento obligado de los historiadores clásicos que escribieron sobre la muerte del Emperador (Sandoval, fray Francisco de Angulo, fray José de Sigüenza), así como de los modernos (Gachard, Bakhuizen van den Brink, Stirling, Màgnet, Pèchot) que desconocieron mis nuevos datos, pero añadí una excepción: "Solamente hay un hombre, que por notorias razones de su cargo, dio cuenta de algunos detalles que esta tarde me propongo descubrir: es don Juan Antonio Llorente en su "Historia Crítica de la Inquisición". Al oir esta frase un ilustre académico que yo me sé, dio un codazo a su compañero de al lado.

Este codazo (aviso, alarma, asombro) ante la pasajera evocación del nombre de Llorente, constituye todo un símbolo. Una larga tradición de más de un siglo había denigrado sin piedad a Llorente. Mi elogio pasajero y reducido a un solo punto resultaba provocador. Puedo asegurar que mi intención no tenía sentido oculto alguno, sino que limpiamente venía a reconocer un simple hecho. Llorente decía la verdad con más conocimiento que otros porque seguramente había tenido en las manos la documentación de la que yo extraña mis novedades. Y la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su portero.

Mas aquel casi angelical reconocimiento se enfrentaba a la versión estereotipada que hacía de Llorente un pozo inagotable de mentiras. Existe una "verdad histórica" y existe igualmente una "mentira histórica", que repetida mil veces acaba apareciendo como verdad inconcusa. En su perduración influyen la malevolencia y acaso no menos la pereza. La malevolencia, a veces convertida en odio, ciega y cierra todos los caminos a una mínima comprensión. También el amor ciega, pero al menos abre portillos, descubre algo blanco donde todos ven solamente negro.

La obra de Fernández Pardo, riojano como Llorente, es una vivaz protesta contra tanta denigración. ¿Diremos que, como suele ocurrir, acaba amando al personaje de su historia al considerarlo víctima de un inacabable rosario de epítetos negativos y denigratorios, injustamente tratado o, al menos, no con la serenidad y el conocimiento verdadero que se merece? Sólo un empeño apasionado puede sostener un trabajo de muchos años, no pequeños gastos, búsqueda paciente, recopilación de escritos, documentos y datos y, al final, un extenso relato. Demasiado poco nos refiere de esta larga experiencia, de los múltiples archivos, españoles y extranjeros, cuya mención se pierde a lo largo de una obra que, tras las serias investigaciones del hispanista francés, Gèrard Dufour, se convierte en la primera monografía documentada sobre la vida y la obra de Llorente.

No pocos son los méritos de este libro. El autor recompone paso a paso todo el arco vital de Llorente, desde su nacimiento en Rincón de Soto hasta su vida en el exilio y su muerte en Madrid. Nos descubre el mundo cortesano en que se mueve, con sus favores y disfavores, sus intrigas y desengaños, su venalidad y desagradecimientos, sus redes de amigos y enemigos. Nos va dando cuenta de la actividad literaria y científica de Llorente con análisis de muchas de sus producciones, no pocas de éstas ignoradas u olvidadas. Va descubriendo sus convicciones, firmes unas, oportunistas otras, a lo largo de su vida; con éxitos en unos momentos que se convierten en pecados políticos en otros posteriores. No en vano le tocó vivir en una época convulsa, de ideologías enfrentadas y cambios políticos de primera magnitud, de los que sería en parte actor y víctima.

A Llorente le definió un día su obispo Aguiriano como hombre "de gran talento, ingenio sobresaliente, continua y laboriosa aplicación". Fue ciertamente un trabajador infatigable durante toda su vida; hombre de acción, pero cargado de pensamiento y de conocimientos, que cultivó con su pluma los más variados campos. ¿Qué hubiera podido hacer con tales prendas en otras circunstancias? La "circunstancia" orteguiana suya, unida a su afán de medro, explica en buena parte sus implicaciones a veces en cargos de primer relieve; e igualmente explica su evolución ideológica, su paso a formas jacobinas y radicales que en algún modo le hacen merecedor del apodo de otro coetáneo suyo, tan contrapuesto y distinto de él: "El Empecinado". ¿Llegaremos a comprender su "lógica" de afrancesado político y desterrado, en el fugaz y postrer Imperio de los cien días de Napoleón Bonaparte?

La labor de Fernández Pardo, paso a paso, por una parte trata de libertarlo de algunas acusaciones e infundios que cayeron y siguen cayendo sobre él. Acusaciones tan fáciles y ligeras como perezosamente reiteradas pero sin pruebas, cuando no con contrapruebas. No es poco. Por otra parte, va recomponiendo sus opciones sucesivas en el marco de sus ideas y convicciones, la trayectoria mental íntima de su vida inserta en el ambiente político, no sólo variable sino profundamente cambiado en el que se movió, con personal y extraña fidelidad al rey intruso fosó Bonaparte, algo en lo que no le seguirían otros coetáneos suyos, cultural pero no políticamente afrancesados. En tal apuesta, Llorente perdió por mor de los acontecimientos y tuvo que pagar por ello un altísimo precio, incluso cuando en el bienio liberal -breve y efímero- echó por tierra sus esperanzas postreras.

Su biógrafo, Fernández Pardo, irá hasta el límite en el intento de entender a su biografiado y en consecuencia a comprenderlo. Actitud que no ejercita con la gran galería de antagonistas y adversarios de Llorente, en vida y "post mortem", pues a veces parece introducirnos en una película de buenos y malos, de progresistas y reaccionarios o retrógrados, si bien tampoco le tiembla la pluma para acusar en ocasiones a Llorente de vanidoso y oportunista, de servil y venal, de hombre contradictorio. Lo que el historiador García Cárcel denuncia en la "Historia Crítica de la Inquisición", sus apostillas y reflexiones ideológicas, encontramos no infrecuentemente en la obra de Fernández Pardo: adjetivos y calificaciones, afirmaciones demasiado genéricas frente a problemas personales e institucionales o corrientes ideológicas como el jansenismo, la venta de bienes de la iglesia, las regalías..., todo ello susceptible de necesarios matices.

El lector avisado sabrá distinguir las aportaciones indudables de esta obra de sus condicionamientos ideológicos; los hechos probados, de las suposiciones; y buscará con pasión la verdad estricta. Llorente es protagonista de la primera guerra civil española (ideológica, política y al final militar, con el añadido horrible de la guerrilla) y apostó por el bando perdedor. Perdedor entonces, porque la batalla prosiguió de otro modo durante décadas. Sólo a siglo y medio más tarde, "los hunos y los otros", como diría Unamuno, estamos en mejor disposición de entender y comprender, a distancia y evolucionados, aquella turbulenta historia.

El autor, con estilo fácil y en "roman paladino" nos pasea y sumerge en tiempos no tan remotos, nos descubre muchas cosas desconocidas y recónditas, se acerca hondamente al drama de un hombre, y nos ayuda a pasar del "español maldito", como designa a Llorente, a un español simplemente mejor conocido y menesteroso, acaso más que otros hombres. "Recomendar" al lector que reserve su personal juicio al final de una prolongada travesía, como es la lectura de esta dilatada obra?

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