Francisco Fernández Pardo
"A quien precisamente por su pasado republicano muchos quisieron hundir en el olvido más profundo"
"Su talento literario y su integridad intelectual acabaron siendo reconocidos por los mejores"
"El arte europeo en peligro (1964), en el que con gran lucidez describió el tremendo empobrecimiento cultural que, tras la Segunda Guerra Mundial, estaba padeciendo nuestro continente"

Un gran soriano olvidado: J.A. GAYA NUÑO

En esta hora en la que muchos pretenden negar o ignorar los capítulos más negros de nuestra historia reciente (¡como si la historia no se nos impusiera como una sombra, de forma inexorable!), recuperar ilustres españoles que en el pasado forjaron nuestra cultura, parece de justicia y también de obligada recordación.

Este es el caso de J.A. Gaya Nuño a quien precisamente por su pasado republicano muchos quisieron hundir en el olvido más profundo. No bastó la denuncia de cuatro títeres en Soria que originaron el asesinato de su padre sin juicio previo (pese a los informes favorables a su persona expedidos por el Juzgado Militar de Zaragoza...), y el hijo tuvo que padecer igualmente la cárcel, la represión franquista y la exclusión social a cualquier cargo público. A su condena estimada en veinte años y un día (todo quedó en cuatro años de reclusión forzada), se unió el embargo de los bienes familiares y la renuncia a su pretensión de acceder a la cátedra que buscaba, tatuado siempre por su militancia política y el marchamo de un apellido nefandos.

Todo derivó de un pasado vivido en Soria en el que la familia Gaya luchó desde su Ayuntamiento por España y por un futuro mejor. Esta lucha la mantuvo Juan Antonio sabiendo, como él decía, que "para los vencidos no hay jamás consideración ni honores en la historia", y demostrando con sus tumbos y pugnas un patriotismo proverbial. Sintiéndose como un exilado en su tierra, se mantuvo quince años sin aparecer por Soria, pero en este tiempo triunfó su genio y su trabajo y hoy se le reconoce no sólo como uno de los mejores escritores de la postguerra, sino como uno de los historiadores del arte más notables, por no mentar su acrisolada fama como crítico de arte, sin duda el más afamado de su tiempo.

Su estrecha relación con personalidades de tanto relieve como Abbad Ríos, Camón Aznar, Lafuente Ferrari, José Gudiol, Eugenio D'Ors, etc., demuestran que su talento literario y su integridad intelectual acabaron siendo reconocidos por los mejores. Su pasada militancia republicana no impidió tal reconocimiento y a nosotros nos toca también rehabilitar la memoria de este incrédulo español que quizás no creyó como otros en el "Imperio hacia Dios", o que Franco fuera "Caudillo de España por la gracia de Dios" y hubiera reconciliado a los españoles, pero que demuestra fehacientemente en sus obras que "sus iras y sus rayos sólo se dirigían contra circunstancias y modos más o menos pasajeros", evidenciando su grandeza moral y su confianza en el postrero resurgimiento de España.

Demuestra ese elevado patriotismo una actitud y también una dedicación hacia uno de los capítulos más negros de nuestra pasada historia: el que hace referencia al saqueo y destrucción del patrimonio artístico español, un cáncer que el vivió con un sentimiento desgarrador, digno de un gran patriota a quien dolía el empobrecimiento cultural de sus conciudadanos. Contra toda oportunidad, en los años cincuenta se atrevió a escribir un libro polémico titulado "La pintura española fuera de España", junto con otro que versaba sobre las pinturas de maestros europeos evadidas de nuestro país, dando exacta noticia de su circulación y su paradero, bien en museos o en colecciones extranjeras. A éstos añadió un tercer libro ("La arquitectura en sus monumentos desaparecidos") en el que relacionaba los muchos monumentos arquitectónicos arruinados, vendidos o demolidos. Nadie antes que él se había atrevido a relacionar las miles de pinturas y edificios cuya desaparición había contribuido a la pobreza cultural de su patria.

Pero su trabajo fue más lejos: con una valentía que sorprende y en plena acción represora del franquismo se atrevió a denunciar a los responsables, esto es, a las clases propietarias de aquellas riquezas (Iglesia, nobleza, alta burguesía e incluso el propio Estado), las cuales habían participado directamente en los expolios, ventas y demoliciones y consentido una sangría de gravísimas consecuencias en nuestro legado patrimonial, bien por ignorancia o sencillamente por codicia; y lo hizo sin hiel, vertiendo en esos libros su mayor erudición y pruebas tan evidentes que no permitían contestación alguna. Esos libros no fueron reeditados y hoy se desconocen casi por completo, así que difícilmente podemos apreciar su valor, los riesgos que conllevaba su denuncia y el coraje intelectual que demostró al publicarlos.

Quedaron en aquellas líneas grabados como responsables los nombres de "grandes patriotas", ilustres personajes como los Infantes don Luis de Borbón o don Sebastián Gabriel de Borbón, aristócratas como los Medina de las Torres, el marqués de Salamanca, don Nazario Carraquiri, los Madrazo, ricachos de toda laya, altos funcionarios, el deán Cepero, el estamento eclesiástico, cuyos bienes "pese a mil precisiones legales de orden civil y canónico, han sido objeto de una liquidación apresurada"...; en fin, dio referencia de muchas personas que en su tiempo pasaban como personalidades intachables y hoy todavía sorprende que la censura oficial permitiera aquellas publicaciones que tanto daño originaban en las clases dirigentes, protectoras de aquel régimen.

Pero J.A. Gaya Nuño no era un provinciano chato y sin proyección, así que desbordando el tratamiento del saqueo artístico español reclamó en otro libro la atención de Europa al escribir "El arte europeo en peligro" (1964), en el que con gran lucidez describió el tremendo empobrecimiento cultural que, tras la Segunda Guerra Mundial, estaba padeciendo nuestro continente. De este modo, no sólo vituperó duramente a los causantes de la destrucción de monumentos tan sensacionales como la iglesia de San Lorenzo Extramuros de Roma, de los soberbios puentes de Florencia o el camposanto de Pisa donde acabaron perdidos los frescos de Benozzo Gozzoli, sino también los tremendos daños originados en las catedrales de Estrasburgo, Calais, Orleans, Chartres o Nevers, o en la misma catedral inglesa de San Miguel en Coventry, absolutamente pulverizada tras los bombardeos, por no mentar las grandísimas destrucciones en Colonia, Maguncia, Tréveris, Hamburgo o el mismo "paisaje lunar en que se convirtió Nuremberg".

Ahora bien, J.A. Gaya Nuño aún advirtió otro desastre mayor, ya en la paz tras la Guerra. Desveló sin miramientos los saqueos sistemáticos protagonizados por los millonarios americanos, como la familia Havemeyer, J. Pierpont Morgan, Andrew Mellon, Chester Dale, Samuel H. Kress, Josep Videner, John Ringling, Isabella Stewart Gardner, los Rockefeller y otros muchos que, aprovechándose de la miseria que había dejado tras de sí tan desastrosa contienda, produjeron la adquisición a bajo precio las muchas riquezas artísticas con las que formaron sus grandes colecciones muchas de ellas donadas luego a los mejores museos norteamericanos.

Los repartos fueron fenomenales y Europa entera se resintió por la infinidad de compras que llevaron a cabo en vista de equipar dichos museos recién fundados. A impulsos del poder del dólar no hubo fronteras ni prohibiciones y Europa malbarató sus bienes a manos llenas. Incluso el gobierno soviético, aquejado de importantes urgencias, vendió a A. Mellon la "Virgen de la Casa de Alba" de Rafael, o la réplica de "Inocencio X" de Velázquez, sensacionales piezas que un día se evadieron de España.

Así pues, en aquellos emsombrecidos días de miseria y decadencia europea tras la desastrosa contienda mundial, los millonarios norteamericanos vaciaron nediante su dinero y sus agentes las colecciones artísticas privadas en beneficio de sus museos. Se clausuraba con ello un largo periodo de primacía europea, cuyas consecuencias no pasaron inadvertidas para Gaya Nuño, sobre todo en lo que tales evasiones de arte significaban para España, que ya había padecido la pérdida de su mejor patrimonio durante la guerra in-civil y sufrió durante el franquismo una almoneda silenciosa pero masiva, que desbarató aún más su Tesoro Artístico.

Precisamente de éstos y otros muchos menoscabos desde la guerra de la Indendencia trata mi obra "Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español" la cual, vertebrada en las publicaciones de Gaya Nuño, continúa y completa esas grandes pérdidas nunca evaluadas que confirman los augurios del soriano. Como reconocimiento a su gran trabajo, a él la dedico, y sólo quisiera que su pueblo asistiera en estos días a la rehabilitación de su memoria, demasiado tiempo mancillada.

Dr. FRANCISCO FERNANDEZ PARDO
Académico C. de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi
Artículo publicado en el "Diario de Soria" con fecha 6 de noviembre de 2007

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